sábado, 24 de mayo de 2008

Para los de Benavente y similares

El Toro enmaromado, una tortura de interés turístico nacional
Manzanero ya está muerto, una puntilla para seccionarle la médula acabó con su vida después de dos horas de permanecer atado a una soga y de ser arrastrado por la calles de Benavente. Manzanero murió a las nueve de la noche del 21 de Mayo tras sentir el miedo por ser forzado, zarandeado y rodeado por una muchedumbre embrutecida y de padecer el dolor físico provocado por los traumatismos y desgarros en los músculos de su cuello causados por la cuerda con la que era conducido a la fuerza y humillado. Todo esto ocurrió durante la celebración del Toro Enmaromado en Benavente (Zamora), Fiesta considerada de Interés Turístico Regional y para la que el Ayuntamiento de la Localidad va a solicitar la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional. Pero en esta ocasión ocurrió algo diferente, la maroma que sujetaba a Manzanero se rompió durante el cruel espectáculo y el toro quedó suelto con un cabo de tan solo unos veinte metros atado. La zona estaba repleta de participantes, vecinos y foráneos que habían asistido a la función con la intención de pasar un rato agradable y divertido a costa del sufrimiento - una vez más - de un animal utilizado como víctima para el solaz y deleite de personas capaces de encontrar entretenimiento y belleza en el dolor ajeno. Entre la concurrencia era notable el número de niños y ancianos, seres que por sus condiciones físicas no disponen de la agilidad y rapidez necesarias para alejarse de la zona en caso de peligro. Y el peligro llegó para todos ellos, cuando se rompió la soga y el astado se soltó quedando los presentes a merced de las evoluciones del toro que en cualquier caso, mostró un comportamiento infinitamente más noble que el de los que allí estaban para contemplar su tortura, aunque un total de 27 personas resultaran contusionadas por caídas durante los hechos. Según reza el titula de un periódico local, siete “valientes” evitaron la tragedia cuando después de varios minutos, lograron atar a una farola el trozo de cuerda que aún pendía de Manzanero y así pudieron ensogarlo de nuevo.Tras varias discusiones sobre qué se debía hacer después del incidente en las que participó el Alcalde y de una entrada al toril, lo volvieron a arrastrar por las calles hasta que a las nueve de la noche, viendo que el animal ya se encontraba débil y que el espectáculo que ofrecía no estaba a la altura de los instintos salvajes de los participantes, decidieron apuntillarlo amarrado a una argolla de una Plaza del Pueblo, a la que tuvo que llegar a base de “tirones” porque Manzanero, entre el dolor y el agotamiento, ya no tenía fuerza para seguir el juego de una masa poseída por el sadismo que no quería renunciar tan pronto a su particular y sanguinaria juerga.Dejando a un lado el asunto fundamental del maltrato a los animales, la inutilidad de estos festejos, el nulo respeto que existe hacia estos seres, el que los niños sean testigos y aleccionados en la “necesidad” de estas tradiciones repugnantes, lo aberrante de que la tortura a un toro constituya motivo de esparcimiento y alegría y la repulsa generalizada que estos actos suscitan a la mayoría con la única excepción de unos cuantos energúmenos que disfrutan con ellos y otros para los que supone una fuente de ingresos, hay que referirse necesariamente al tema de la seguridad.Estamos en la era de la Prevención. Hoy en día en ámbitos tan importantes como el laboral o el viario, existe toda una política de leyes, consejos, inspecciones y sanciones destinadas a evitar los riesgos en su origen, a minimizar los factores que entrañen alguna falta de seguridad y a buscar los medios de protección adecuados para eliminar o reducir las consecuencias de posibles daños. Sin embargo y después de que en otras localidades haya sido prohibido gracias a la intervención de Grupos dedicados a la protección y bienestar de los animales, en Benavente no sólo se sigue permitiendo, sinó que se pretende declararlo de Interés Turístico Nacional, con lo que lograrán obtener sustanciosas subvenciones por parte del Estado. El Pueblo pide sangre y sus gobernantes le dan sangre, porque no olvidemos que esos “vampiros” son consumidores y votantes que sin duda, castigarían al que se atreviese a dejarles sin su dosis anual de derroche de testosterona, y poco importa que no haya año sin heridos y acaso muertos, - siempre hay alguna víctima mortal, la de este año se llamaba Manzanero -, que con absoluta indiferencia a la seguridad y por lo tanto a la vida de los vecinos, el Ayuntamiento permite, alienta y fomenta nuevas ediciones de esta carnicería, aún con la certeza de que habrá lesionados. Ni yo, que tengo en muy baja estima a quien no respeta a los animales y disfruta con su dolor, deseo el daño físico para los que lo practican o apoyan, sin embargo, parece que su integridad ocupa un lugar inferior en la escala de valores de ciertos políticos municipales, cuando se tiene enfrente la cuestión de llenar las arcas municipales y las urnas.Cuántos heridos y muertos más tienen que producirse para poner fin a esta serie de festejos y tradiciones tan comunes en nuestro País y que se mantienen por el interés económico de corporaciones locales, por la absoluta falta de sensibilidad de algunos ciudadanos y por la desidia y miedo de un Gobierno al que se le llena la boca hablando de derechos, libertad, bienestar, progreso y protección, pero incapaz de legislar para que dejemos de ser un ejemplo vergonzoso de permisividad ante costumbres crueles e innecesarias cada vez con más detractores y que no hacen más que demostrar, cómo cuando la ignorancia y la barbarie hallan la connivencia de la ley, el resultado es una exhibición repugnante en la que se dan cita la irracionalidad humana, el riesgo, el alcohol de forma incontrolada, el maltrato, la vergüenza y la muerte. Por último, recordar la falsedad y desfachatez de los argumentos de quién no quiere que esta necedad sádica se acabe. Utilizando las palabras del Alcalde de la Localidad de Astudillo (Palencia), que fue multada por parte de la Junta de Castilla y León al haberse celebrado en ella el Toro Enmaromado cuando pesaba una prohibición para hacerlo, el Regidor, cuyo cinismo es inconmensurable, manifestó que cada año “se celebraba con mayor dignidad y escrúpulo y que el toro no recibía ningún maltrato”. Invito a este personaje que se deje arrastrar escrupulosa y dignamente con una cuerda por las calles de su Pueblo y a ser descabellado a la puerta del Consistorio, para que comprenda el concepto y significado del término maltrato.Julio Ortega Fraile

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